
El arte del cuidado de las prendas, un oficio que perdura
Los tintoreros celebran hoy su día con una actualidad que les impone estar al día, inmersos en las nuevas tecnologías, sin dejar de lado el arte de la limpieza que los caracteriza en el tratamiento de prendas en el hogar.
Por estos días, los locales se han diversificado y conviven los tradicionales, con aquellos que han adoptado la rapidez en la respuesta para los diferentes clientes potenciales.
Según una definición etimológica, la palabra “tintorero”, comprende el conocimiento de los fundamentos y las reglas para impregnar, lo más profundo y uniformemente posible, fibras, hilos, tejidos, por materias colorantes, de modo que el color resultante del tinte no pueda ser alterado fácilmente por los agentes de la acción de los cuales la materia tintada ha de estar habitualmente expuesta.
Sobre el origen de la actividad, no se poseen datos certeros que permitan precisar desde qué fecha la tintorería se conoce como tal. Se estima que esto ocurrió desde que se comenzó a colocar a los objetos que la naturaleza podía proporcionar como materia colorante, sin mayores esfuerzos.
Los pueblos más antiguos como India, Persia y China practicaron con suma maestría en remotos tiempos el oficio de la tintorería.
La púrpura del Tiro, por ejemplo, es una prueba de lo lejos que habían llegado los métodos y procedimientos de la tintorería.
Homero, Heródoto, Plinio y Estrabón, en sus obras, hablan del estado de la industria de la tintorería entre los egipcios, griegos y romanos, y destacan sus telas teñidas con los más diversos colores.
En el siglo V, la invasión de los bárbaros del Norte extendió un tupido velo a todas las artes e industrias, a la vez que impuso la actividad, particularmente en Occidente. Con el correr de los años, la actividad ha sumado diferentes rubros, como la limpieza y el planchado.