
La fiesta de nadie
Ya son demasiados los muertos como para que el show deba continuar.
Las dos víctimas fatales y el tendal de heridos en el recital al que el Indio Solari convocó en Olavarría tienen que obligar a una profunda reflexión dentro del mundo del rock local.
Porque bajo la excusa del “aguante”, de “la fiesta de abajo” y la invocación a fieles que concurren a una misa pagana, hay muertes, hay un modo de organización que sigue demostrando sus fallas y hay personas que se llevan el dinero.
Cada cita que Solari abre para contactar con su legión de seguidores es una decisión estética pero también comercial que busca facturar en una noche lo que debería ser producto de dos o tres funciones en lugares menos grandes pero con condiciones de organización más lógicas.
En Olavarría, como en otros sitios no habituales para este tipo de movilización, el procedimiento respetó la tradición alejada de la norma: Tickets que nunca fueron controlados, acceso al lugar por cualquier ingreso, desconcentración por dónde se pueda.
La supuesta celebración popular reunida en torno al artista-mito se sucedía en condiciones no solamente irregulares sino peligrosas, además de incluir el detalle no menor tratándose de un concierto, de que el sonido no era capaz de abrazar a la multitud reunida.
Solari escribió el miércoles pasado “No pequen de inocentes y cuiden a quien tienen al lado. Este es un momento especial. Hay intereses oscuros que con pocos miembros pueden alterar la fiesta. A bailar y cantar es a lo que vamos y eso haremos. El sábado, a cuidarse y a cuidar de quienes nos rodean, aunque no los conozcamos. Cierta gente se regodearía si alguien sale lastimado. No le demos el gusto”.
Pero el Indio, que terminó abruptamente la actuación seguramente alertado sobre el trágico saldo de la velada, debería ser el primero en cuidar la fiesta a la que él invita.
(*) Columnista de la agencia Télam