
Salado
Parece ser que en nuestro país siempre luchamos para evitar “caernos” del lugar donde estamos. No me refiero a lugares de privilegio, simplemente a algunas cosas que nos hacen la vida más placentera. En ese universo también juegan las marcas, un deseo relacionado con bienes que van más allá de las necesidades básicas.
Todo está salado. Ya no hablemos de vacaciones de más de una semana, cambiar el auto cada dos años o hacerle “arreglitos” a la casa. El paseo de compras del sábado a la mañana en busca de un par de zapatillas de la pipa o la “original” de las tres tiras corre riesgo. Es que hasta esos “gustitos” se nos están alejando. Todo está “salado” y paradójicamente ese es el nombre que adoptan los mercados de clonación de identidad.
Luego de creaciones como el colectivo, el alfajor o la birome, podemos decir que “La Salada” también es argentina. El mercado mayorista de imitación más grande de sudamérica es de acá y con él se multiplican, incluso en nuestra ciudad, un sinfín de comercios que respiran al ritmo de las marcas.
“Directo de USA”, “Importado de Brasil” y otras ambigüedades son utilizadas para posicionar estos negocios. Algunos con un local a la calle, otros con las redes sociales como aliadas y un showroom en el garaje. Un mercado que antes era “invisible” para muchos y recurrente solo para un sector socio-económico, hoy se hace masivo y nos atraviesa a todos. Y nosotros, ahí, revisando el mango para ver qué hacemos: “Ojo, está bastante parecida ¿eh?”.
Las marcas, que siempre nos mantuvieron deseosos de su mercado de la originalidad, nos están alejando a fuerza de billete. Las diferencias de precio son muy grandes y la calidad tiende a disimularse. Atrás quedaron los outlets, una falacia de productos discontinuos remarcados una y otra vez. Hoy la fila que hay que hacer para entrar a estos locales que seducen con la promesa de accesibilidad acentúa y le da visibilidad al fenómeno.
Todo vale para no “caerse”. Son muchos los bienes y servicios propios de la clase media que penden de un hilo, pero sobre todo se percibe en la indumentaria deportiva.
Equivalencias entre el valor de un mes de alquiler y un par de zapatillas nos ubican en situación de replanteo. Frente a la locura de precios, muchos están dispuestos a engañarlos. Todo está salado, y la saladita es una opción.