
Omar Corbacho en su fábrica “Los Notables”, ubicada en el Parque Industrial de Chacabuco.
Omar Corbacho, un padre con todas las letras que enfrentó la adversidad
En el año 1992, los Corbacho eran una familia de seis: Omar, Susana y sus cuatro hijos Clarisa, Gisela, Javier y Neri. Recién llegaban de un pequeño pueblo de Santa Fe y se habían instalado en la ciudad de Chacabuco en busca de oportunidades laborales. Omar ahora trabajaba en el frigorífico La Casera y sus jornadas se extendían de sol a sol: salía de casa a las cinco de la mañana y volvía pasadas las diez de la noche. A esa hora, si los chicos estaban despiertos, se enfilaban detrás de Susana para darle un beso a papá antes de dormir.
Así eran los días en familia. Pero en septiembre del año 2000, una cruel enfermedad arrebató sin piedad la vida de Susana cuando tenía 42 años y, quince días después, la fábrica La Casera se declaró en quiebra dejando a todos sus empleados sin trabajo.
El universo de Omar se desmoronaba en pedazos: en apenas quince días había quedado viudo, desocupado y con cuatro chicos con toda una vida por delante. Aún cuando el futuro se presentaba vacío de esperanzas, la fuerza de voluntad de un padre de familia pondría en cauce el destino de los Corbacho.
Cuando Susana murió, los hijos de Omar tenían 20, 16, 12 y 8 años. Él comenzó a trabajar un día en un lugar, otro día en otro, donde podía, no había opciones: había que traer el pan a casa. Desde siempre había sabido que el capital más valioso con el que contaba era su oficio, todo aquello que había aprendido a hacer en el frigorífico, pero sus posibilidades económicas eran nulas. Con la ayuda de amigos y ahorrando unos pocos pesos por día, alquiló una carnicería y se dispuso a hacer chacinados.
“La rutina era muy complicada, cortábamos a las 12, íbamos a casa a comer y a bañar a Neri, mi hijo menor, para llevarlo a la escuela”, cuenta Omar a Democracia y agrega “cuando no estaba en la escuela, estaba trabajando con nosotros, mis hijas Clarisa y Gisela, las mayores, me ayudaban mucho”. Omar charlaba con sus hijos, les consultaba antes de tomar decisiones y, por la familia y el trabajo, el vínculo era cada vez más estrecho. Pasó el tiempo, Clarisa, la mayor, se fue a vivir a San Luis y entonces Omar, con Gisela, Javier y Neri comenzaron, muy de a poco, a gestar la empresa Los Notables.
Entre el trabajo, el duelo, las dificultades económicas y la casa, Omar se arreglaba para ser papá y mamá al mismo tiempo: “yo le saqué los piojos a mis hijos, les cosí la martingala, les planché las camisas cuando iban al secundario, no siento vergüenza, siento orgullo, hice el papel de mamá y de papá, me correspondía, no les podía fallar”, contó Omar cuando lo eligieron protagonista del primer documental del ciclo Historias de vida, del equipo de Prensa y Comunicación de la Municipalidad de Chacabuco. Es que su historia inspira, transmite los valores de la honestidad, el trabajo y la resiliencia.
Hoy, Omar tiene 67 años, cuatro nietos y continúa trabajando junto a sus hijos pero ahora en una fábrica, sencilla pero confortable, ubicada en el parque industrial y en el negocio de chacinados en el centro de la ciudad.
“A mis hijos quise inculcarles el valor y la importancia del trabajo, porque es lo único que yo sé hacer, no sé hacer otra cosa más que trabajar” cuenta Omar Corbacho a este diario y agrega “vivo para ellos, los respeto mucho, ellos saben que nunca les voy a fallar”.
Omar se emociona y se le quiebra la voz. Es el día del padre, bien sabe el concepto que sus hijos tienen de él y pide disculpas por las lágrimas. Pero hay algo que lo conmueve, algo que quiere decir y las palabras al fin salen: “tan solo quiero agradecer a mi esposa, por la educación que ella les dio a los chicos hasta el día en que falleció, esa fue la base para afrontar todo lo que vino después. Y la base de todo lo que somos hoy”.