El recuerdo de Arturo Jauretche
En el libro de Arturo Jauretche, “Pantalones cortos”, publicado en 1972, el escritor y político argentino recordó el carnaval de las primeras década de 1900: “En otoño e invierno, las fogatas, en primavera los barriletes y en verano el carnaval. (...) Ahora los corsos de Lincoln son famosos en todo el oeste y le hacen con sus carros una pequeña competencia de prestigio a los de Corrientes con sus comparsas. La fama de los de mi pueblo proviene de numerosos y excelentes carros carnavalescos. El corso de Lincoln es tan importante hoy que algunas noches se ha registrado la presencia de miles de forasteros, en número cuya significación se apreciará si se señala que excede la población de la planta urbana. Concurren vehículos de hasta 200 kilómetros a la redonda y si bien muchos retornan después del corso, la capacidad de hoteles y fondas es ampliamente desbordada y aun también la de los vecinos que ofrecen ocasional alojamiento para contribuir al brillo de la fiesta. Otro auxilio consiste en un gran campamento de carpas que se instala en el Parque Municipal.
En otro tramo, Jauretche recuerda: “El corso terminaba con el disparo de una bomba a las doce en punto. Con la bomba se producía el desparramo de la mayoría de los carruajes, que disparaban por las calles laterales, especialmente los que optaban al premio y querían conservarse incólumes para las noches siguientes (...) Los que seguían en el corso se transformaban: parecían baldes, jarras y globos de goma llenos de agua y a las instalaciones técnicas como la bomba de patio se agregaba la del barril, que habían permanecido ocultos bajo serpentinas durante el corso y empezaban a regar a todos con el chorro de una manguera. Unos se aguantaban a pie firme y participaban en este reemplazo de las serpentinas y las flores por los chorros, los baldes y los globos de agua y otros, más previsores, se cubrían con impermeables”.